Al son del Valse Triste de Jean Sibelius

Abrir los ojos lentamente
y después la mirada
a la nota puntual
de una cuerda:
Se debe alzar el rostro
cuando el rayo de un violín
ilumina el alba de un nuevo día.

Se renace en el suave aleteo
de los brazos apenas se muevan
y en la muda bocanada de aire puro.

Y ¿qué sé yo de renacer cuando parece
que las alas se me enrollan, mariposa?
-Si pierdo las alas con las que
volaba hacia mi sueño, tengo pies-
Estos pies que se deslizan en discreto ballet.


Sin vientre gestando, sin ojos en la mira,
sin brisa en los labios extiendo las piernas
suave y firme, como penetrando la nada.
Eleva los brazos y emulo mis alas;
empuño las manos, como si pudieran
asirse del viento que en ellas se rompe.

¿Crees que pueda darle vida al sueño
con algunas cabriolas?

Que el día avance y le dé fuerza
a las notas que marcan el paso.
Un-dos-tres, un-dos-tres,
es danzar en ánimos de vivir
donde no hay ganas;
vibrar donde el compás llueve tus ojos.
No hay expresión en el rostro,
pero vibra el alma... ¡Por Dios!
¡que vibra el alma mía!


Dibujo en el aire con las manos,
puertas y ventanas por cada una
que me han cerrado en la cara.
Un-dos-tres, un-dos-tres,
puertas y ventanas...

Puertas abiertas al amor,
ventanas de par en par al sol.
Y que me sea brindado un alivio
por cada escozor... y guardo silencio.
Guardo silencio y el Valse Triste
me arropa esta danza.
Con un corsé que me ciñe
no por vanidad, sino por proteger
esta humana espina dorsal
del rigor de la danza de la vida,
la danza de este día.


Me envuelve la danza el aire
que se hace denso en cada nota musical;
y en este ballet puedo ser asimétrica,
si así lo deseara, lo sé.
Porque es mi danza silenciosa,
porque es mi música, es mi alma en juego:

Las notas universales de una partitura,
encarnadas en la danza de la vida,
se hacen personales.

Y el fino vals convierte
las penas en una belleza,
aunque sigan siendo penas;
aunque las puertas que dibujo
y las ventanas con que sueño
hoy sigan siendo fantasía.