La Musa se ha Puesto a Versar
Supe que la vida
había decidido volver a caminar
cuando un nuevo poemario abrió los ojos.
Con la vista al cielo, agradecí
profundamente en un suspiro.
Delante de alguien que se dedica a escribir, y más aún a leer.
Delante de una memoria tan buena, que puede citar versos de
Jose Ángel Buesa como si fueran las tablas de multiplicar,
pronuncia Bukowski o Enzensberger como decir "agua", conoce a los desconocidos y que pareciera que solía charlar y beber con Octavio Paz... (se toma un respiro)...
Lo normal es que me sienta evidenciada como la aficionada que soy
(lo cual no me resta o hace sentir menos, por cierto,
si estoy clara de las cartas en mi mano).
Pero algo inesperado sucedió entonces. Me toma como inspiración,
me asume su musa y deja volar un verso tras otro refiriéndose a mí.
Algo inesperado y maravilloso.
"Musa, mujer, eres palabra invaluable
presa de mi vocabulario." -Jan
El poeta observa, siente, recuerda, y escribe
con el halo de su musa en el proceso.
Pero ¿qué pasa cuando el poeta guarda silencio?
Cuando se detiene, cuando algo le sucede y se nublan,
se desvanecen sus palabras. Cuando se dedica simplemente
a observar y no camina más.
La musa no escucha más aquella voz y entonces,
cuando aparentemente no es observada y versada,
tiene oportunidad de observar... y se atreve a versar.
Porque esto no se trata de una relación unilateral,
en la que ella ignora al poeta y se dedica a modelar.
La mariposa que no es perseguida, vuelve y se posa
sobre su hombro y si le ama, se dedicará además
a versarle aquello que él le provoca:
El poeta se volvió inspiración,...
...y la musa se ha puesto a versar.
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