Desnuda
07 noviembre 12

Esbozo palabras porque pretendo trascender.

Me desnudo y se me ven las letras. En desorden, por supuesto.
Se trata de la vida.

Y como cada vez que mis ojos me palpan la desnudez en el espejo,
intento leerme. Balbuceo el mensaje entre dientes.
Hay palabras hermosas en mi piel, que reconozco en seguida
porque me las sé de memoria. Otras palabras son menos entendibles.
Las repaso porque en cada ocasión parecen decir algo más.
Sobre todo aquellas con forma de cicatriz.

Escudriño mi desnudez en el espejo poco a poco, como por piezas.
Mi piel, el libro. Pero me gusta observarme completa también.
Veo el collage de palabras, mensajes en mi cuerpo.
Poesía, secretos, leyes y algunas groserías, por supuesto.

Me leo las palabras viejas, las nuevas
y todas remiten un evento, una persona, un recuerdo.
Tiempo atrás sucedió (y no dudo que vuelva a suceder)
me han visto en la desnudez de palabras, y por no saber
qué hacer conmigo, o porque no recordaron quizá lo que es
estar en esa situación, me pusieron en evidencia.
Pero hoy eso ya no importa, o más bien, no duele.
Hubo quien también me desnudó, un poco me leyó y aunque
encontró la poesía, la luz, el valor, se fue sin llegar hasta el final.
Algunas cicatrices son de su autoría. Otras son auto-infringidas.


No importa quien haya escrito o no sobre mí.
He aprendido a borrar palabras. Algunas no dejan huella.
Otras palabras, me las tatuaron. Borrarlas fue difícil porque
la piel reclama ante el dolor por más necesario que este sea;
queda cicatriz y otras tantas sangran aún.
Pero es la vida y estoy en paz con ella.
Además, hay quiénes me han sabido leer la desnudez
y tras ese evento me cubrieron con amor.
Otras personas además han escrito palabras
sobre el espacio nuevo con habilidad artesanal.

Por eso cuando me desnudo y se me ven las palabras,
agradezco por quien fui, quien soy y quien seré
entre esta reinvención que no termina.

Tras la lectura me vuelvo a vestir y
no temo a la vida, que se me ha vuelto cómplice.
Y así como pretendo andar de la mano con la vida hasta el final,
escribiré también hasta que me muera,
hasta que se me acabe el papel y al libro le llegue
el momento de un epílogo.