24 marzo
Los ánimos no están al cien. La mañana en el hospital fue muy fatigante;
a veces prefiero dormir que comer; en casa me sucedía igual,
pero a la hora que despertaba la comida estaba esperándome por si preferí
dejarla para más de rato, pero vivir solo trae consigo otras cosas en qué pensar.
Jamás me había ocupado el que llegara un mes de renta o que la alacena
ya está vacía.
Aprender a vivir fuera del nido cansa, porque las alas se cansan y uno revolotea
y a veces parece que va a caer. Es entonces que vienen suaves brisas que
aminoran el peso del vuelo; brisas como amigos llevándonos desde el templo
o la escuela hasta la casa, pastores al pendiente de nosotras, compañeros
enseñándonos a movernos en un ambiente diferente… una llamada telefónica
de mamá y papá, un mensaje telefónico de mi hermana, un beso de Messenger
de mi hermano, un “no me olvido de ti” de amigos que están lejos de mí…
Y sobre todo, la fuente, el origen de esas benditas brisas, Dios.
Su amor lo llena todo y me anima en medio de la fatiga física,
del cansancio mental ¿cómo no amar a un ser así?
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