Oh, cuánto a
ma mi musa las penas.
Cuánta vida le provocan las tragedias.
Esas tragedias pequeñas,
silenciosas que se ocultan en el alma,
que nadie más escucha ,
sino el cielo oscuro,
el estrellado.
Oh, cuánto ama mi musa
las lágrimas que deben ser escondidas,
los besos que deben ser abortados,
las palabras que deben ser aguantadas.
Cuánto ama el desdén, el frío rostro
y el granizo entre los dedos.
Cuánto ama mi musa las noches en vela...
...y yo, las madrugadas en las que,
a punta de tinta, como único remedio,
vengo y dreno su placer.