No te tengo, y tu voz
endulza la fantasía
que en realidad
solo esconde la sal
de la que está hecha
la realidad.
Cuando el sabor a sal,
intenso, excesivo,
me invade la lengua,
entonces te detesto...
Y me detesto
mucho más a mí.
La náusea salada
eventualmente se irá.
El dolor fenecerá
y poco a poco
en mi corazón,
en mi voluntad,
volverás a valer la pena.
Al darme cuenta de ello
entonces, te temo.
Te temo.
Mucho.
10.04.15
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