"Pa los toros del Jaral, 
los caballos de allá mismo."

Mamá soltó esa expresión a medias mientras salíamos del servicio
de la iglesia de ayer. Luego cenando ya, de ninguna conversación
relacionada, ella dijo "tú apenas con uno que lleve un ritmo mismo
para que no se hieran y logren caminar lejos".

No esperaba aquello que me dijo. Estaba tan sorprendida de sus palabras
y creo que fue por eso que le solté la misma preocupación que viene
rondándome la cabeza desde hace tiempo, de manera particular: 

"Lo sé pero, a veces no siento que pueda distinguir la delgada línea entre
saber eso bien, y estar como tan pagada de mí misma o tan a la defensiva,
que esté proyectando una imágen demasiado intimidante. Y me abruma.
Porque en realidad ¿sabes? supongo que en el fondo tengo ese deseo de
que alguien me dome... un caballo de allá mismo, ja..."

Creo que eso no le agradó nada a papá cuando oyó la palabra "domar"
y replicó "Es que eso en realidad no existe".

Le aclaré "no un domar en el sentido de que en realidad sea una salvaje,
o de anularme, de amoldarme con tal de estar con alguien, no. Es más bien
una domesticación en la que se puede mostrar la vulnerabilidad de ambos
para ser cubierta. Allí donde se pueden cerrar los ojos y dar saltos de fe.

Una justa correspondencia para ambos, y en realidad no se trata de que
alguien en el pasado haya sido o no superior, calificado, "el correcto"...
creo que en ocasiones fue cosa de andar disparejos en el camino y la
velocidad a la que lo andábamos. Y ninguna relación sobrevive al
cansancio que provoca estarse jalando tratando de andar a la par.

No es justo para ninguno, es hasta agresivo querer frenar
el ritmo a alguno o tratar de hacer andar más a prisa a otro."

Quizá solo se ha tratado de tiempo... de tiempos personales,
de épocas mal emparejadas.


"Tú espera... sólo espera" dijeron.