
No pude dejar de besarte.
Tantas caricias y besos retenidos
por decenas de noches...
y de repente estabas allí, cálida piel
a la altura y disposición de mi boca...
Y no pude, entonces, dejar de besarte.
No pude dejar de mirarte.
Tanta discreción obligada,
motivada de impaciencia y desamor...
y de repente parece redimirse todo aquello
con tu tranquilo respirar, ojos cerrados
y el abrazo que todo lo olvida:
me sumergí en el pecado de la contemplación...
Y no pude, entonces, dejar de mirarte.
No pude dejar de tocarte.
Tanto abrazo diluído, la distancia y sus suspiros,
tanta lógica y sus miedos...
y de repente mis dedos corren libres y sin pena,
dibujando sobre ti a su antojo,
enredada toda por tu cuerpo...
Y no pude, entonces, dejar de tocarte.
No puedo dejar de quererte.
Tantas voces respondiendo; la luna, la lluvia,
los mensajeros en el aire diciendo que vale la pena,
que existe vida palpitante y se trata sólo de edificar
más allá de la razón.
Tanto cariño curando heridas, tanto nuevo comienzo
y la oportunidad otorgada desde la mano divina...
Y no puedo, entonces, dejar de quererte.
No puedo dejar de esperarte.
Madre hermana Tierra palpita, murmura
que encontré el abismo digno para lanzarme con fe.
Me pierdo en tus ojos, en tus dedos,
aguardando con gozo o con tristeza, sin saber si se trata
de un efímero episodio o si vienes y te quedas...
Y no puedo, no puedo en suma, dejar de esperarte.
30.08.15
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