
Una caída
Entre reservarte
el derecho a guardar silencio
y el trato digno, debe haber alguna
delgada línea, estoy segura.
La brisa tiene sabor a vinagre
si la aderezas de indiferencia
o comodidad y sin embargo,
no tengo idea certera de
a qué sabe lo que recibí...
Ni de lo que saboreas tú.
De tantas miradas me has privado
y decaigo por inanición.
Son muchas también las palabras,
razones, las que no llegaron
y la vida empapada en suposiciones,
encuentro, no es vida en absoluto.
Había canciones para sobrevivir
y reaprender a respirar que no pensé
volver a ocupar.
Pero ya sabes lo que dicen.
Incluso el coyote podría decidir
dejar su amada extremidad
enganchada en las fauces de hierro
con tal de escapar conservando
el aliento de vida que le queda.
Escapar sin pena ni gloria.
Total, el mismo coyote metió la pata
donde quiso, y ese es el riesgo
de la dulce libertad, de la que no hay
lamentos, ni inútiles arrepentimientos.
Pero mejor ven. Dime algo.
Quiero salir de mi mente.
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