Cada vez que te extraño,
lo escribo en un papel,
me muerdo los labios
o me como las palabras
-y estoy bien-
para no agredirte
con esta voz a la que
de igual modo no le crees.
Qué miserable la vida proscrita
y sin embargo, late siempre la certeza
de una elección, de el poder para cada cual.
No sé tú, pero yo con deseo
de no necesitarlos, conservo
mi par de pies.
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