11 octubre 2014



Te entiendo. De ser poesía, verso o cuento,
no me identificaría tanto en el de a poco y lentamente morir.
Si aún fuera la época de jugar a las muñecas y a la trova libre
quizá me lo parecería. Pero lo leo y parece que me lo escupe el espejo.
¿Que cómo lo veo? Me pregunto si en realidad
No hay un poco de mentira en todo.

Quizá te lo digo porque no quiero que todo aquel añorar
que te he platicado quede como farsa y yo como una superficial...
Quizá sí tengo razón.
Quizá es mi manera de desear salir de mi actual realidad.
De escapar de lo que hoy pesa de tan muerto y que sin embargo
arde en la garganta y la yema de los dedos de tan real.
Un poco de mentira debe haber en todo, y no solo en nuestras añoranzas
de juegos de muñecas, sabor a sal y medianoche. 

¿No hay algo de mentira en el freno de nuestros hábitos, querido colega?
Seguramente en lo más maduro y cierto de nuestras cabezas nacidas el mismo día,
hay verdad y mentira. Lo que no he determinado es cuál de esos dos pillos
es el que le da el sazón a muerte. Quizá se turnan.
 
Mi corazón se rompe lentamente, porque se lo he permitido.
Por un primero que me dijo "no más", le sobreviví y reapareció para
darme cuenta que charlamos como viejos amigos. Un segundo con el que
casi me caso, al que dije "no más" y con el que pago el karma del primero
y un tercero en la ecuación que -oye bien, espejo mío,
tú que sabes cómo somos- me hizo desear una feliz monogamia for life,
sentar cabeza y esos misterios... pero ya no está.
 
Querría chocar de nuevo con el agua salada si esta
estuviera tan cerca como antes. Quizá me devuelva la cordura. O la locura.
El púlpito tradicional se me restringe como predecías,
aunque no del todo por causas decorosas de la revolución que tanto nos posee
el alma misma sibarita.
 
Te lo digo con cariño de hermana gemela malvada.
Cuando te decidas a hacer algo distinto, a lo que usualmente hacemos,
y dejes de saltar de un sueño a otro, no hagas lo que yo.
Me encariñé con un par de suaves y cálidos sueños pero los sentí tan míos
que los apreté y al abrir las manos, estaban lívidos y fríos.
¿Habrá  tal contradicción en estas almas?

Tanto en las medallas de victoria como en los sobrios cheques de asalariados
encontramos la razón y el camino de nuestro ser. Nos gozamos...
Me gozo (para hablar mejor sólo por mí) en encontrar
la crudeza de la vida que parece muerte y en realidad
también me sazona la existencia...

He tenido un poco, un poquito de amor y te lo juro,
Rómulo querido, un poquito y quizá está en el pasado ya,
pero he sido feliz, feliz, feliz.
Me dices que hay qué empezar de nuevo y sólo espero que eso signifique
nuevos comienzos con las mismas personas.
Ya no deseo conocer más, ni despedir otras.
Eso duele más que la misma extirpación de un órgano,
lo puedo imaginar.

Quiero dar nuevos pasos de muerte con los mismos seres vivos...
Rómulo hermano mío, ojalá algún día pueda contarte las secuelas
de viva voz. Necesito ver tu rostro de cara a una medalla de dólar
en Santa Rita, en el mismo espíritu en el que el Cristo se iba de parranda
y experimentaba a Dios allí.
 
Sé que esto suena a despedida, pero por favor,
no dejes que por eso pase otra semana para que me vuelvas a escribir. 
Son días de suma angustia.
 
Beso de siempre, L.

•● Citando en Mayo 2016 ●•
 
»Escribir no es
transformar el ego
en sustancia, sino
diluirlo para que
no envenene.«

-Kenneth Moreno May
Colombia.
 
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