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Señorita le habla a su bebé con suma frecuencia.

Le describe los paisajes que la rodean aunque no son demasiados.
De hecho, reparando un poco en ellos, las calles de la ciudad no son
tan atractivas pero ella quiere añadirle perspectivas diferentes a la charla
y quiere que Bruno aprenda a mirar los pequeños detalles.


Las rutinas no tendrían por qué ser problema. Ella siempre sale
de la misma casa rumbo al mismo empleo, por la misma ruta;
pero las flores de la vecina, por ejemplo, nunca son las mismas.


El lunes los rosales estaban llenos de botones al fin.
El martes la lavanda estaba más alta.
El miércoles unas abejas flotaban sobre las plantas.
El jueves un perro dejó sus gracias donde casi las pisan.
El viernes la vecina estaba entre las plantas sacando unos cardos
empeñados en reverdecer y para el sábado, la primera rosa floreció.


Señorita está siempre un poco triste cuando habla, sin embargo.
Siente a la altura de su esternón la opresión del silencio del enamoramiento
que la alimentaba antes de saber que estaba embarazada.


Siempre quiso charlar con aquel tipo.
Quería describirle y compartir su entorno con él y saber sobre el suyo.
Pero con poca frecuencia recibía retroalimentación.

Siempre lo justificó; que si era muy callado, que si estaba cansado...
Hasta que se permitió caer en otro tipo de conclusiones: Quizá ella era aburrida,
demasiado platicadora, su parloteo era innecesario, le estaba robando espacio a él...
Quizá él dejó de quererla.


Con el tiempo, Señorita fue disminuyendo sus conversaciones también.
Una vez los monólogos reemplazan a las charlas en una relación,
hablar empieza a perder la gracia. Él no respondía a las palabras de cariño,
las discusiones e incluso las preguntas. Después ella empezó a tener náuseas.
Las sentía en el corazón y luego también en la garganta.


Cuando señorita le dijo que estaba embarazada, obtuvo (obviamente) poca respuesta. 

--Si quieres, podemos hacer esto juntos
--Si yo quiero? Es mi decisión? Pero y ¿qué quieres tú? 
--No entiendo
--Qué quieres tú? 
--No sé... 


Respuesta equivocada. Charla empobrecida.
Quizá Señorita esperaba un poco más de emociones.
No necesariamente positivas, en todo caso. Sólo emociones... Algo... 


Un buen día la relación se terminó, del modo más desabrido
que una relación podía terminar. Apagándose sin pena ni gloria. 

Las charlas son cada vez menos y más cortas, hasta que dejan de ser.
Lo mismo pasa con los besos, las manos que se toman y las discusiones. 

No hay más agua caliente para el buen té de una charla ni agua fría para refrescar
la relación en una discusión que ponga cartas sobre la mesa.
El agua es tibia y no alcanza a disolver café ni a saciar la sed.
El agua tibia da náusea y provoca rechazo. 


Señorita tiene tres meses de embarazo.
El primer trimestre que está lleno de novedades, miedos, ajustes y charlas de primerizos,
se pasó como agua tibia que dolía en la garganta pero que era tanta, tanta,
después de una relación en la que ella terminó queriendo y teniendo iniciativa por los dos,
que con ese agua se alcanzaba a llenar un lago en el que con frecuencia
ella se encontraba flotando. El agua es tibia y agradable así que la tentación
de quedarte allí por más tiempo del previsto, es enorme.

Si fuera agua terapéutica, transparente, no habría problema.
Pero ese lago turbio de pensamientos la sumergían por horas, días.
Y allí estaba señorita pensando en su relación pasada hasta que su corazón
se arrugaba como los dedos de las manos y los pies en una bañera. 


Esa ligera sensación le daba un sabor agridulce a sus charlas con Bruno.
El bebecito en su vientre no decía nada y Señorita se preguntaba a veces,
después de su arrebato de imaginación, si la criatura estaría aburrida de aquello. 


Su autoestima empapada de hormonas, le quiebra la voz y el ánimo
mientras entra en rutinas aquel dia:


(sollozo) --Un... Un gato se ha metido en el jardín de la vecina. (sollozo)
Es... Es negro, con botas blancas y también en la cola como si la hubiera
sumergido en una lata de pintura blanca. 

(sollozo) El gato está escondido y se agazapa porque...
Mira, un pajarito está brincando en la puerta de entrada de la casa.
Pica en pavimento y salta poquito. Después vuelve a picar. (sollozo) pica
y no sé qué rayos puede un pajaro comer de sobre la piedra.

De dónde diablos el pajarito se alimenta si aquello es de piedra,
está duro, seco, impermeable. Ese concreto no sabe ni dar los buenos días.
No avisa si va a llegar tarde a cenar, o siquiera si va a llegar.
Pinche concreto ojete, que no sabe dar palabras de cariño o de enojo,
ni siquiera cuando se entera que va a ser papá. Pinche concreto  ojete
(sollozo) y estúpido pajaro imbécil, insistente, picando y picando
donde no hay forma de comer. Distraído y blanco fácil para un gato.
Pobre pajaro, miserable, pajaro solitario, aburrido, jodido... (sollozo). 



El gato trata de saltar pero el rosal hace ruido entre movimientos
y el pajarito se asusta, alzando el vuelo hasta un durazno en ramas
totalmente desnudas. 

Casi en simultáneo, Bruno se mueve y da empujones muy suaves
pero claramente Señorita se siente sobrecogida
por el primer movimiento fuerte del bebé y se sostiene el vientre.

Ella se ha leído cuanto sitio de Internet se ha encontrado sobre el embarazo
y las patadas no ocurren sino hasta el segundo trimestre.
Pero Bruno se movió, pateó o algo. 


Señorita se enjuga las lágrimas y observa. 

"Mira, bebecito. Todas las rosas abrieron ya. Son blancas y tienen bordes rosados.
Son pequeñas y tienen muchos pliegues. El viento mueve las hojas del jardín y...
Y mi cabello. Mi cabello está suelto y también se mueve. El viento me despeina. 

Bruno, mi cabello es negro y un poco largo. Mis ojos son castaños
y me gusta poner labial color malva en mi boca."


Señorita enciende su carro porque se le hace tarde. 

"Un día pisé el labial y casi me caigo. Soy muy distraída...
De regreso podríamos pedir un par de rosas a la vecina, para la mesita de noche...
Oye Bruno, crees que deberíamos adoptar un gato?..." 


Su voz se nos va desvaneciendo entre los motores y el claxon de los carros
a los que ella se une, pero con los cristales cerrados la charla
entre aquellos dos continúa.

En un semáforo en rojo Señorita se soba el vientre y piensa. 


--Bruno... Mi Bruno. 
Poooobre criatura. Jamás voy a dejar de parlotear.










•● Citando en Mayo 2016 ●•
 
»Escribir no es
transformar el ego
en sustancia, sino
diluirlo para que
no envenene.«

-Kenneth Moreno May
Colombia.
 
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