Está incontrolable. Empezó a hacer revolturas extrañas. Después de la temporada en que siempre tenía náuseas y detectaba cualquier olor cual sabueso entrenado, pasó a la temporada en que mezclar sabores y grupos alimenticios suena factible. Claro, además de probar cosas que antes no habría accedido a comer ni con el hambre asomándose por la garganta.
Ayer, ya pasada la medianoche salió a comprar tacos de tripa, jugo de manzana y un helado de chocolate (puaj).
Pero le pasamos por alto esas situaciones, incluso mientras esbozamos una mirada enternecida frente a la escena de la chica, con un abrigo viejo de lana encima de su camisón de seda, su rostro desmaquillado y su peinado algo alborotado (la salida fue de urgencia), recibiendo el helado y el jugo frente a la puerta cerrada de una tienda de 24horas abierta.
Se lo pasamos por alto porque es difícil salir ella sola a cumplirse sus propios antojos en lugar de poder despertar s alguien al lado de su cama, para convertirle en cómplice y víctima de un "amor... tengo un enorme antojo de..." como ella habría soñado tiempo atrás.
Señorita recibe el cambio de lo que acaba de comprar y se vuelve a su pequeño carro para conducir de regreso a su casa.
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