21 enero 15

Estaba leyendo el único relato erótico que le he enviado. El único que he terminado
porque en realidad parece encerrar todos los momentos y la entrega que he deseado
hacerle de mi vida. A alguien de el que cada vez me convenzo más a mi misma
(no asumo la mente de otras personas otra vez, se trata de mentalizarme para no
hacere expectativas, para no herirme a mi misma más de la cuenta) que no quiere
incluirme en su vida del mismo modo que yo a él.
 
Leyendo esto y con algunas páginas de "Once minutos" de Coelho por la tarde,
me he sentido tan húmeda que de un momento a otro ya me estaba tocando. 
El placer fluía y disfrutaba tranquila de ese momento cuando sucedió sin esperarlo,
lo mismo que hace tres meses. En el momento exacto del orgasmo comencé a llorar.
Mi cuerpo se contraía y era capaz de disfrutar aquello, pero mis gemidos respondían al llanto.
Tenía la vista nublada, en parte por el orgasmo y en parte por las lágrimas.
 
"Dios, lo amo; tú sabes que lo amo"
Dije en voz alta, sin pensar antes en esas palabras, del mismo modo que
no planifiqué las lágrimas. Pero mis dedos tampoco soltaron mi cuerpo.
Quizá porque esa sensación es tan rara que deseaba que continuara, o quizá
el temor era que, de detener el placer de las contracciones, lo único que quedara
fueran las lágrimas.
 
Debo haber tenido al menos unos cuatro o cinco orgasmos.
Mi gata estaba ya tumbada en la cama, casi dormida supongo,
y en el primer orgasmo me gruñó suave, con una entonación que hubiera parecido
que me preguntaba si estaba bien.
En el arqueo final de mi cuerpo, en medio de los gemidos agridulces,
noté la tarjetilla que él me dio, no porque me haya querido decir eso,
sino debido a un intercambio:
 
"No pidas nada a Dios. Él sabe lo que necesitas. Y si vas a pedir,
pide sólo la paz que él puede dar... Confía".
 
Dios sabe lo que necesito; pero la paz que le pido -ese es el permiso que sí tengo-
es porque lo que necesito parece no coincidir con lo que quiero.

 

•● Citando en Mayo 2016 ●•
 
»Escribir no es
transformar el ego
en sustancia, sino
diluirlo para que
no envenene.«

-Kenneth Moreno May
Colombia.
 
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